El trabajo y el embarazo (el cerebro de embarazada)
Muchas mujeres piensan que estar embarazadas implica "colgar los guantes". Es decir, dejar de hacer todo lo que normalmente hacemos. Yo más bien diría hacer lo que normalmente hacemos pero con otra mente, y otro cuerpo...
Nuestro cuerpo está muy ocupado y tomando nuestras energías y reservas de todo tipo para crear esta nueva vida. Por eso, es completamente normal, sentir agotamiento, sueño, desgano por ciertas cosas, sobre todo durante el primer trismestre.
Durante mi primer trimestre estuve descansando muchísimo ya que mi cuerpo me lo exigía. No podía dedicarme a nada más. Esto era nuevo para mí pero comprensible. Afortunadamente las condiciones estaban dadas para que yo pudiera descansar sin abandonar ningún tipo de responsabilidad laboral ya que mi trabajo es freelance y yo misma organizo mi tiempo. Mi esposo también fue una gran ayuda ya que muchas cosas que ocurrían en mi cuerpo no podía comprenderlas con claridad y entonces tenía hambre pero no deseos de cocinar, o mucha hambre y náuseas al mismo tiempo, así mi esposo me ayudó a ahorrarme muchos esfuerzos innecesarios. Me cocinaba, me consentía y me comprendía, lo más importante.
Apenas me sentí animada y estable físicamente, es decir, iniciando el cuarto mes, sentí la urgencia de reactivar mi vida. Sentía como que había estado hibernando y necesitaba hacer cosas, trabajar, ejercitarme... lo que sí noté es que si bien mis ganas eran las mismas, yo no era la misma.
Comencé a investigar y leí sobre "el cerebro de embarazada" que aunque muchos lo refutan y muchos lo aprueban, se trata de una condición especial que adoptamos las embarazadas en cuanto a nuestra forma de razonar.
Mi experiencia ha sido que desde el segundo mes he notado una torpeza en mí. Me tropiezo con cosas que trato de evitar, me golpeo estúpidamente, nada grave, claro, pero sin duda algo ha cambiado. El hecho de tratar de estar hiper pendiente de todos los riesgos que puede haber en un área como mi oficina, la sala, la cocina, resulta un poco deficiente porque mi cuerpo y mi mente no están respondiendo igual. Si bien es cierto que estar embarazadas no es una enfermedad o una discapacidad, es muy cierto que los cambios hormonales, físicos y emocionales que debemos afrontar no son cosa sencilla. Cada día implica un nuevo entrenamiento ya que cada día cambiamos un poco más. A pesar de mucho que leamos, reflexionemos, comprendamos, se trata de una realidad inexorable y es que estamos embarazadas y eso requiere de mucha concentración (conciente o inconsciente).
Mi mente está tan ocupada en enviar lo mejor para formar a mi bebé que muchos aspectos laborales se truncan. Es cuestión de reconocer de la mejor manera nuestras limitaciones. Yo trabajo desde mi hogar y por eso, sé hasta que punto puedo llegar. Sin embargo muchas cosas de trabajo que hago con mi esposo, ya no puedo hacerlas (cargar cámaras, producir con la misma energía materiales audiovisuales, recoger cables, subir y bajar escaleras), es decir, no puedo hacer peso, no puedo brincar, saltar, exponerme a caerme, a un dolor de espalda, tengo hambre, sed y sueño, ganas de orinar a cada rato, de nuevo tengo hambre y sed y más ganas de orinar, luego estoy de mal humor por algo que no logro definir, y así pues, es un ciclo un poco complicado.
Hay ciertas actividades que logro hacer sin problema siempre que esté sentada (aunque no mucho rato) y si ocupa mi mente al 100%... así he descubierto un nuevo trabajo que me hace muy feliz: hacer collares. Es como un pasatiempo con miras a ser una verdadera marca. Pero es mi trabajo ideal al menos por ahora. Me mantiene concentrada, inspirada, motivada y ocupada en una escala positiva y controlable.
Sin embargo, el cerebro de embarazada se manifiesta en cualquier momento y espacio y esto no debe ser motivo de tristeza o angustia, pero sí debemos estar un poco más alertas. Por ejemplo, la otra vez fui a comprar materiales para hacer collares y metí mi billetera en el bolso. Según yo, la había metido, pero luego unos muchachos me silban y me preguntan si eso que tenían en sus manos era mío. "Eso" era mi billetera que se me había caído no sé cómo ni cuándo. Realmente los miré con angustia y felicidad y les dije que muchas gracias. Me dijeron que se me había caído y tuvieron la gentileza de devolvérmelo. Esto fue muy buena fortuna. Sigo agradeciendo por no haber perdido mis documentos y mi billetera. Son cosas que no podemos controlar pero tarde o temprano a cualquiera puede ocurrirle.
No conforme con esto, la última vez que fui al banco a hacer un trámite muy importante, donde había dinero de otras personas en juego, y resulta para mi sorpresa que a pesar de haber hecho las cuentas (según yo), las cuentas no estaban bien, y me faltaba dinero. Luego que recalculo y me percato de que había hecho todo mal, trato de resolver y entonces el dinero faltante llegó a otra cuenta, y así tuve que realizar el trámite unas 3 veces para solventar mi error. Lo peor de todo es que yo sabía claramente que había dado el máximo esfuerzo para hacer ese hecho concreto. Sin embargo, no había sido suficiente. No sólo eso, comprendí que era mi embarazo que tal vez me hacía triquiñuelas y era comprensible, pero mi barriguita de 4 meses no se notaba nada y todos en el banco (especialmente el cajero) me miraba un poco indignado. Yo sabía que si le decía que estaba embarazada lo primero que haría sería mirarme la panza y al no verla, seguro pensaría que le mentía y por eso preferí no ver su cara reaccionar ante ese comentario ni tampoco echarle la culpa a mi bebé. Así que asumí mi error y lo enmendé. Claro, sentía deseos de llorar como una niña desamparada pero al final todo resultó.
Ese día, también tuve que realizar una misma tarea unas 3 veces más. Algo tan básico y con instrucciones tan claras como "redacta un documento con estos márgenes y esta cantidad de líneas" se tornó un viacrucis de repeticiones. Pero bueno, a la tercera lo logré. Ese día quedé exhausta de tantas diligencias que tuve que hacer en la calle (y que tenía varios meses sin hacer con la misma frecuencia ya que estaba en mi primer trimestre). Llegué a casa y dormí. Desde ese día me he dado cuenta que debo estar muy calmada y hacer todo pausadamente. Del apuro sólo queda el cansancio, dicen. Así que me he determinado a no correr (yo soy un poco acelerada) y por eso este embarazo está siendo una gran lección de vida. Todo trato de tomarlo positivamente. Hasta los errores.
Estas han sido mis reflexiones:
Si te vas a bajar del carro, asegúrate de tener todo en su lugar, tu cartera, las llaves, el celular. No cargues con muchas cosas en la bolsa. Cuanto menos mejor. Simplifícate.
Si vas a manejar, ponte el cinturón, olvídate de llegar rápido, maneja con prudencia y concentrada. No atiendas el celular. No respondas mensajes. No te distraigas a menos que sea una situación de emergencia.
Haz una cosa a la vez. Dedícate a esa cosa exclusivamente. Mejor una cosa bien hecha que dos mal hechas. Si cocinas, cocinas; si lavas, lavas, y así.
Asegúrate de entender bien las instrucciones que te dan en tu trabajo, o las que debas seguir para evitar errores y malos ratos. Asegúrate de que no debas excederte en tu energía. No exageres, tu bebé está primero.
El cerebro de embarazada no es otra cosa que estar un poco más despistadas de lo normal así que no nos estresemos demasiado si algo sale mal y eso sí, ahorrémonos disgustos que es lo más importante para nuestro bienestar.